martes, 8 de agosto de 2017

Atuendos típicos Paisas

Soy antioqueño. Visto de alpargatas, carriel de nutria y ruana montañera. Tengo para el amor las serenatas y para los rivales mi barbera. Ningún bambuco a mi guitarra escapa, y en noches de jolgorio y aguardiente, sólo respeto lo que diga el Papa y tuteo hasta al mismo presidente. Miro la vida con desdén profundo, y es para mí tan chiquitico el mundo, que voy a pie de Guarne hasta el Japón.

El carriel Es el símbolo básico del paisa. No se sabe a ciencia cierta desde cuando se usa, pero se sabe que los carrieles de un siglo atrás se caracterizaban por tener sólo dos o tres bolsillos. Se considera que un carriel moderno y práctico no tiene más de nueve bolsillos, contando los secretos que se disimulan entre los forros.

Los carrieles que se usaban en un principio, tenían por lo general dos o tres bolsillos únicamente; éstos fueron aumentando con el tiempo hasta llegar a límites de dieciocho bolsillos.

Un carriel moderno, no tiene más de nueve bolsillos, contando las tres secretas, o bolsillos disimulados entre los forros.

El carriel es usado por los arrieros, campesinos y los puebleños en toda Antioquia: lo mismo en las tierras frías que en las calientes. Cada uno lleva en el carriel los utensilios que considera necesarios para su vida cotidiana, ya sea por verdadera necesidad, o por agüero.

Por tanto, no van las mismas cosas en el carriel del aserrador, que en el del guaquero, ni los mismos utensilios se encuentran en el carriel o guarniel del ganadero que en el del arriero. El que más cosas carga en el carriel, por la índole misma del oficio, es el arriero. En el carriel de un arriero, según reza la tradición popular, debe haber cincuenta objetos; algunos de ellos son:

Dinero: Billetes y a veces hasta grandes capitales que les confiaban los comerciantes de las poblaciones, para ser entregados a los mayoristas de las capitales, en pago de grandes remesas de mercancías.

Una barbera: Los arrieros, después de dos, tres, o diez días de penoso viaje, acostumbraban detenerse en alguna quebrada a la orilla del camino para asearse, peinarse y afeitarse, dado que no era bien visto presentarse desaseado ante los comerciantes de la plaza.

Una peinilla: O peinecito pequeño, y un espejito con tapa. La tapa era para proteger el espejo, que sin ella se quebraba rápidamente en las bregas del camino.

Un farolito: Usualmente de tela, plegable, para alumbrar el camino cuando los cogía la noche, y para alumbrar en la tolda.

Una vela de cebo: Para iluminar el farolito.

Un Guarda-vela: Para que la vela no se quebrara y se aplastara dentro del carriel ensuciando todo lo que iba en su interior, el arriero se hacía a su Guarda-vela, que era un estuche pequeño de lata, como una especie de estilógrafo grande, donde guardaba la vela de sebo.

Un par de dados: Para su entretención.

La baraja española: Para jugar tute mientras estaban los frisoles o mientras venía el sueño.

Cartas: La correspondencia de su pareja usualmente.

Un mechón de pelo de la novia: Atado con una cinta rosa y perfumada para recordarla. Tanto la carta de amor como el mechón de pelo, iban, naturalmente, ocultos en la secreta.

Leche de Sandio: Envuelta en un pedacito de capacho de maíz; había que mantenerla pa curar el polvillo en los cascos de las bestias, y pa inflamaciones... y, pa tapar gusanos en los "güeisis".

Una pitica: Enrollada, por si una carga se rompía, en el camino.

Un pedacito de cabuya: Ídem.

Una aguja di'arria: Ésta no siempre iba dentro del carriel. Muchos la pegaban en la copa del sombrero y aún la utilizaban para sujetar el ala del sombrero, contra la copa, al estilo mosquetero.

Una navaja capadora ó pico'eloro: Servía desde pa cortar callos y sacar niguas, hasta pa pelar alguna fruta o hacer alguna intervención quirúrgica en algún compañero o en algún animal.

Uno o dos amuletos: Eran los más comunes: La uña de la Gran Bestia. La Cola del Gurre, buen agüero y, calentándola en una vela, servía para quitar el dolor de oído... o para quemarlo.

El Colmillo del Morrocoy: Generalmente era cualquier desecho animal imposible de identificar. El

Colmillo del Tigre (jaguar o tigrillo) y, a veces, una pepita cualquiera que -ellos creían-, era la contra de una culebra, que (según ellos) había dejado en la orillita de la quebrada para irse a beber agua.

El Ojo de Venado (oju'e venao): Una cierta semilla muy dura que, según creencias, tenía la cualidad de defender a quien la cargase, del Mal de Asiento o almorrana.

Tabaco para el viaje.

Chamiza del fogón ó la vela del farol: Para encender los tabacos. Recado de sacar candela:

Una piedra de castilla, un "deslabón" y yesca.

La estampita de la Virgen del Carmen, o un "Cristico" (pequeño Crucifijo).

Una libreta de apuntes y un lápiz.

Un pito de cacho, para hacer señales a los compañeros.

Los carrieles o guarnieles más famosos han sido tradicionalmente los Jericoanos, los Envigadeños y los Amalfitanos.

El carriel es el mismo morral de los pastores europeos, la bolsa de los señores feudales o la mochila indígena, que evolucionó para satisfacer las necesidades de los campesinos, comerciantes y arrieros de la región paisa de Colombia, haciéndose más robusta para resistir el pesado uso diario.

Los primeros carrieles de Antioquia eran de tela o de cuero y tela, y llevaban bordado el nombre del dueño en la tapa.

La ruana Es otro símbolo del paisa. Es el abrigo de los campesinos que habitan las tierras frías y templadas del departamento. Los hombres de "tierra caliente" prefieren el poncho. La ruana es hecha de lana y por lo general es de colores oscuros.

El machete Atuendo que el campesino sujeta en la parte izquierda de su cintura. Lo envuelve una vaina de cuero, por lo general de color café.

La peinilla Es una variedad de machete más delgada.

Las alpargatas Es un calzado hecho de cabuya retorcida y capellada de algodón.

El sombrero Por lo general es blanco con cinta negra.

TOMADO DE WIKIPEDIA

viernes, 9 de septiembre de 2016

Crónicas de Enrrique Echavarría Echavarría - la llegada del primer automóvil a Colombia y las primeras bicicletas

Ya contabamos con luz electria en Medellín. La Luz eléctrica fue inventada en el año 1890, y en el año 1987 fue inaugurada la primera planta de es luz en la Quebara arriba; mientras tanto ciudades más ricas, más populosas, más viejas de la misma Europa, seguían alumbrándose con gas y petroléo. Habia venido también a Medellín el primer automóvil; ya nos creiamos hasta adelantados y civilizados.
 

Como pasa siempre, la víspera es el mejor día, y nosotros la tuvimos en despedidas y preparativos.  Se trajeron las bestias a la casa para ensillarlas , cargar el equipaje y despacharlas adelante, con el fin de que fueran a dormir a Yarumito, final de la carretera; allí debian aguardarnos.
 

Esta carretera, junto con la de Caldas y la de Envigado, únicas en aquel entonces, medían nueve, cuatro y dos leguas respectivamente.  La carretera de Yarumito fue construida en tiempo del buen gobierno del Dr, Berrio.
 
La legua es una medida española que equivale a cinco kilómetros o a tres millas inglesas; más decía la gente que la legua es una medida muy elástica y que hay unas más dilatadas que otras.  Alguno, ponderando algunas leguas que le parecían muy largas, probablemente debido al mal camino, decía: es que esas leguas fueron medidas cuando la tierra era barata.
 

Esto de arreglar las mulas y equipajes para los viajes tiene un cuento muy original y filosófico: el del doctor Joaquín Emilio Gómez. Cuentan que él era tan ordenado y prevennido que la víspera hacía traer las bestias a la casa, ordenaba que el peón las ensillara y cargara el equipaje, se ponía el sus zamarros y espuelas, se montaba, daba varias vueltas por los corredores para cerciorarse que todo estaba bien, que nada faltaba; Luego mandaba descargar, y, como si fuera en la posada, aguardaba el otro día muy tranquilo.
 
Llego por fin la deseada hora . ¡Porque todo llega y todo pasa! A pesar del cansancio del dia anterior, a causa de mucho trajín, nos levantamos tempranísimo, nos reunimos todos en la puerta de mi casa a esperar el coche, el que en realidad no taró en venir.  El gran cochero Papa era puntual.  El también desde la víspera habia enviado a la mitad del camino, a la famosa posada de Caballo Blanco, bestias de remuda, pues aquellos caballejos no podías hacer la jornada de seguido.
 

A las diez u once de la mañana estabámos en Yarumito; uno o dos kilómetros antes, al cocue de Papa se le cayo la rueda, se espaturró, nos tiró por allá, y por poquito casi nos mata, no quedando quien continuara el viaje; en nuestros propios pies arribamos a la fonda.

Carlos Coroliano Amador -Jorge Marín artista realista Colombiano
Retrato de Carlos Coroliano Amador, Oleo
sobre lienzo-autor Jorge Marín Uribe

En la posada de Yarumito, cuando yo venía de Bogotá, en el mes de octubre del año 1899, alcance a don Carlos Coroliano Amador, quien regresaba de Europa. Traía él el primer automóvil que entraba a Colombia; era el aparato uno de los primeros que se construyeron en el mundo.  Acompañado por un muchacho Francés, el chofer para su automóvil.  Con ambos me toco dormir en la misma pieza.  Cuando nos disponíamos a dormir, le dije a do Carlos, a quien hacía mucho tiempo que no tenía el gusto de verlo, que lo hallaba muy joven, robusto y sano; entonces él, de pie en la cama, para mostrarme su fortaleza, ejecutó varios ejercicios gimnásticos, en los que demostró soltura y facilidad.


Con mis compañeros continué al día siguiente mi viaje hacia esta ciudad; don Carlos se quedó aguardando su automóvil, que llegaría muy pronto y en el que en pocos momentos  nos daría alcance.  Deseaba él entrar a Medellín en ese aparato y dar un verdadero golpe en medio de la entusiasta muchedumbre.  “Cómo será el susto de la gente, cuando me vea andar en un coche sin caballos; van a decir que son cosas del demonio”, me decía él, con el más vivo regocijo.  Tal ideal no pudo realizarlo.  El famosos automóvil tuvo que seguir cargado, y entró a Medellín a hombro de hombres.


Ya que hablo de la llegada de ese aparato a la Villa, les contaré el modo como se trían antiguamente todos los objetos pesados.  Lo que salía del peso común con que podían las mulas, se traía a la espalda de hombres; con cosas más pesadas se hacía lo que se llamaba turegas; se amarraba el bulto en dos guaduas, y se ponían dos mulas una delante y otra atrás; artículos más pesados aún, como pianos coches, y maquinaria, eran transportados por hombres; se liaban también largas y fuertes guaduas, y en cada punta se colocaban cuatro, cinco o seis peones; eran todos unos veinte o más; todos ellos emprendían una marcha a balanceo acompasado.  En los tiempos del doctor Berrio, en el que el camino era por el oriente hasta islitas, en esa forma se trajeron las maquinarias para la Casa de la Moneda.



Dion Bouton primer carro en Colombia
El primer automóvil de Medellín se estrenó
el 19 de octubre de 1899,
un último modelo rojo de la casa francesa
Dion Bouton
El automóvil de Amador era chiquito, de dos puestos, descubierto, de poca fuerza, construido para rodar por las calles planas y asfaltadas de París; en las nuestras, entonces empedradas y de fuertes subidas, el aparato no dio resultados.  El señor Amador tuvo que archivarlo y despachar al chofer. Como en 1905 vino aquí un extranjero, quien aseguró a don Carlos que era capaz de poner en movimiento el autico le hizo algunas reformas y logro que algo anduviera;  se anunció una exhibición del aparato en el Frontón de Jai-Alai; se presentó don Carlos al lado del chofer, muy bien vestido con su sombrero de copa y gran flor en el  ojal; dieron una vuelta por la pista; el vehículo producía más ruido y humo que una locomotora; el carro volvió a la casa, más empujado por la muchedumbre que lo aclamaba.  Hay que abonarle al señor Amador su deseo constante de introducir a esta tierra los adelantos de la civilización.  Ojalá el autico aquel se hubiera guardado y luciera hoy como una joya antigua en nuestro museo.


En el año de 1910 se trajo a Medellín el segundo automóvil.  Para que viniera, hubimos de hacer vaca, como dicen los muchachos, es decir, una suscripción popular. El automóvil ése, marca Pullman, carecía de portezuelas; las palancas y cambios estaban al descubierto; con todo se hallaba provisto de nuevos adelantos y dio magníficos servicios. Don Luciano Restrepo, llegado de esos días de New York, y experto conocedor de vehículos, lo manejó en un principio, y luego enseñó a los primeros choferes.  Al verlo andar por las calles a toda velocidad, la gente se asustaba y se entraba a los zaguanes.

Poco tiempo después, el señor Vicente B. Villa trajo para su uso particular otro automóvil, marca E.N.F. Había en él mejores adelantos en su maquinaria, con lo cual los servicios fueron también mejores.  Poco a poco los automóviles fueron invadiendo nuestra ciudad hasta alcanzar la considerable cifra de cuatro o cinco mil, incluidos los camiones, los que hablan muy en alto del progreso de esta tierra.
 

Al mentar el Frontón de Jai- Alai recordaré que aquí hubo en aquel tiempo un pequeño hipódromo.  Fue iniciativa de don César Piedrahita, el que a su vez fue su constructor y empresario. Fue hecho en la esquina final de la calle San Juan, esquina de la avenida los Libertadores.  El Frontón poseía una buena pista de unos seiscientos metros; había regulares tribunas.  Allí corríamos nuestros caballitos criollos; para esas lidias se traían de Bogotá caballos con mezcla de sangre inglesa.  No sé el porqué del nombre; quizás deseaba establecer el juego de pelota vasca.
 
 
El automóvil es un invento muy moderno; en un principio se hicieron varias intentonas, se lo movía con electricidad, con vapor, hasta que en el año 1899 apareció su perfeccionamiento, su comercialización y se puso en práctica; todavía aquello era muy deficiente.  Sólo en el año 1908 se le dio como última mano, e invadió por completo el mundo.

Otro tanto puede decirse de las bicicletas. Desde tiempo atrás hubo amagos al respecto; mas no se logró un resultado satisfactorio sino en el año de 1889; la bicicleta llamada en esos días velocípedo; constaba de una gran rueda adelante y otra pequeñita atrás; era muy peligrosa y muy propia para las caídas.  Poco después se perfeccionaron con las dos ruedas iguales. En el año 1890 el señor Teodomiro Toro trajo a Bogotá el primer velocípedo, que por no haberle dado resultado, hubo de guardarlo.  Don Jorge Bachman en 1892 introdujo la primera bicicleta perfeccionada; abrió la caja en que venía, en media calle, frente a su relojería; se montó he hizo una demostración, y aplausos de todos que se mostraban sorprendidos al ver volar a un hombre sobre ruedas.  Todo el comercio salió a la puerta de sus tiendas para contemplar a don Jorge y gritarle vivas.  Eso había querido el señor Amador; sus esperanzas salieron fallidas.

Fuente: Libro crónicas de Enrique Echavarría Echavarría Colección Bibliotecas básicas de Medellín