martes, 17 de enero de 2012

¿Me desnudo o no? Esa es la cuestión


Diego Aristizábal- Medellín - Publicado el 27 de octubre de 2011 en el Colombiano


Está de moda empelotarse para premiar una audiencia, para pagar una apuesta, para decir que se es transparente en una contienda política, para buscar votos, porque se necesita publicidad o porque no se tiene plata para pagar una campaña. Cualquier pretexto sirve, y eso está bien, el asunto es que a mí no me convence tanto que esas sean las verdaderas razones, en realidad a muchos les gusta empelotarse simplemente porque sí.

Ojalá yo tuviera las agallas para empelotarme, no para pagar una apuesta ni para conseguir uno o dos votos, si mucho, en una contienda electoral que jamás buscaré, sino porque un cierto halo de libertad, de convicción desnudista así me lo sugiriera. Desnudarme porque sí, ser un alma en "pena", por no decir la palabra representativa que cubriría sugestivamente, cual hoja de parra, con un separador de libros.

Lástima que candidatas como Gleydis Rincón, aspirante a la Asamblea del Cesar, o como la actriz Anabolena Meza quien, según ella, por pobre tuvo que empelotarse para dar a conocer sus ideas y poder llegar al Concejo de Bogotá, oculten su deseo de desnudarse con los harapos ideológicos cuando en realidad lo único que les interesa es recuperar una popularidad perdida o generar una mínima controversia que nada estimula el debate político. Que se empeloten, yo no tengo nada en contra de los desnudos, pero que no se justifiquen a través de enmarañadas razones, que no vuelvan impuro el arte de desnudarse porque sus cerebritos se equivocan de lugar.

Envidio los desnudos voluntarios que han hecho miles de personas de todo el mundo para que el fotógrafo Spencer Tunick pueda hacer su trabajo. Mujeres y hombres gordos, flacos, ancianos, rubios, feos, bonitos, grandes y chiquitos han posado en sitios públicos sin ningún propósito. Nadie los recuerda, se empelotan porque les nace, porque quisieron. Es el acto del desnudo por el desnudo, no quieren reunir fondos y ninguno desea popularidad porque la magnitud del acto no les concede protagonismos individuales. Aquí no se mezclan propuestas.

Admiro también esas 11 mujeres de más de 50 años que en el 2007 hicieron un calendario para gritar que eran mujeres "sin fecha de vencimiento". Qué porte el de esas damas que dijeron sin erotismos superfluos que sus cuerpos seguían vivos, "resignificaron las normas culturales de la belleza que hacen pensar que existe una edad límite para el trabajo y para el amor, un cuerpo para la belleza y unas medidas exactas para la mirada del deseo" ( Revista Número , edición 50).

Colombia es un país tan pobre en ideas políticas, somos tan folclóricos, que a falta de una, dos personas (por no decir que en las pasadas elecciones al Congreso alguien prometió desnudarse si quedaba) creen que así pueden ocupar un cargo público. Esto ocurre, me imagino, porque muchos de los que logran llegar a estos anhelados cargos, así tengan ropa, así estén "bien vestidos", tampoco es que piensen mejor. Ante la payasada política que vive todos los días nuestro país, ante la falta de lucidez de los "honorables", no es tan descabellado que surjan ideas tan primarias. La política, finalmente, es el arte de desnudarse, el asunto es que muy pocos en realidad se encargan de vestir bien las ideas.

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