viernes, 9 de marzo de 2012

Paisocracia

Artículo del diario El País de Cali
Por: Mario Fernando Prado

No cabe duda: Colombia se 'paisanizó'. Y seguirá siendo así en los próximos años. Si no es Uribe, será Fajardo y, a falta de este Uribito, Noemí y hasta Piedad e, incluso, mandatarios puestos e impuestos por el país paisa.
Yo no sé, entonces, a qué tanta bronca contra esta raza que nos ha enseñado muchas cosas a los colombianos: a trabajar, por ejemplo, a ejercer con toda competencia la sagrada cofradía de las roscas, a trabajar unidos, a lavar la ropa sucia en casa, a no tenerle pereza y miedo a los desafíos, a sentirse orgullosos de lo que son, a ser bambuqueros y llorones y a ser regionalistas.

En fin, son tantas las virtudes de los paisas que sus muchísimos defectos, entre ellos la exageración y las mentirillas, se minimizan frente a sus innegables realizaciones.

Pese a soportar un clima de violencia exagerado, Medellín es ciudad ejemplar y cada vez que uno va allá, le da vergüenza ajena al volver a su terruño. Aeropuerto, metro, museos, avenidas, zonas verdes y toda una serie de diferencias le hacen pensar a uno dónde estábamos y qué estábamos haciendo mientras los paisas construían ciudad, cultura, progreso, desarrollo y presidencias.

Nos quedamos pensando en chiquito, enfrascados en la politiquería regional mezquina e inútil. Nos insultamos echándonos las culpas y nos dividimos en una radicalización casi irreconciliable: perdimos poder en Bogotá y el poco que nos queda, helo ahí, ahogándose lentamente. Y, además, los paisas no son sólo los de Antioquia. Vaya y mire lo que es Manizales, con su cultura y su decoro. O si no, Pereira y Armenia, que respiran prosperidad. O el Eje Cafetero, que de un cuento hizo una industria turística. O el mismo norte del Valle, que es más paisa que vallecaucano.

En días pasados, valga el ejemplo, llevé mi 'pichirilo' a lavar. Eran las 5:00 de la tarde y el administrador me dijo que ya no había turno y que todos los muchachos se estaban alistando para irse. Apareció entonces, un paisa al que le dicen Juanes. "Preste pa' acá patrón yo se lo dejo como una uva", me dijo. Y el paisita, que ya se había cambiado, se puso de nuevo el overol, lavó el carrito y a las 6:00 de la tarde lo entregó. Se ganó la lavada y la propina, mientras sus compañeros del lavadero estaban jugando parqués.

Un ejemplo aislado y tonto, seguramente, pero descriptivo del tesón y el temple de una raza que está manejando este país, desde las empresas emblemáticas y la misma economía, hasta la política y el Parlamento.

En tanto, no hacemos más que quejarnos, denunciar, señalar y esperar lo que buenamente nos pueda dar el Estado.
Unos buenos sementales paisas sí que nos servirían, sobre todo en la costa Pacífica y Atlántica, para cambiar la pereza por la acción, la desidia por el perrenque y la fatiga por la verraquera.

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