jueves, 19 de enero de 2012

Leer siempre porque sí

Particularmente me gusta mucho leer la columna de opinión de Diego Aristizabal, hoy quiero compartir este artículo con el cuel estoy completamente de acuerdo, hay que leer, leer y leer, eso ayudaria mucho a esta sociedad

Diego Aristizábal - Medellín - Publicado el 19 de enero de 2012 El Colombiano


Estas vacaciones entendí lo que significa leer sin parar. Desde que se levantaban, muy temprano, antes de que saliera el sol, parejas y familias enteras, acompañadas de grandes termos de café, leían y leían mientras el sol les daba la vuelta y luego se hundía en el mar. A veces paraban, miraban el cielo, hablaban un poco, caminaban (algunos con el libro en la mano) o hacían pequeñas siestas y de nuevo se reencontraban con la historia que traía su Kindle o su libro. Siempre estaban leyendo, el paisaje más atractivo para ellos estaba en las palabras, en esas páginas que casi se las iba pasando el viento. Ninguno de esos lectores omnívoros era latinoamericano, todos eran gringos y uno que otro europeo.


Recordé aquella anécdota que contaron Umberto Eco y Jean-Claude Carriére en el libro " Nadie acabará con los libros ". Resulta que un hombre llegaba todos los días a la estación del tren Hotel-de-Ville a las ocho y media de la mañana. A su lado tenía cuatro o cinco libros que leía hasta las doce. Se tomaba una hora para el almuerzo y después regresaba y seguía leyendo hasta las seis. ¿La razón por la cual lo hacía?, le preguntó Jean-Claude, "Leo, nunca he hecho nada más", le respondió el lector imparable. Tal respuesta nunca la olvidaría. Carriére se retiró porque le dio la impresión de que le estaba haciendo perder el tiempo.


¡Qué maravilla! Leer porque sí, porque esa es su vida. ¿Cuántos más están dispuestos a este acto, cuántos han entendido que no se lee porque el tiempo sobra (y desde luego nunca sobra) sino que se lee porque este acto traza el sentido de la vida.


Somerset Maugham, recuerda Onetti, estaba una noche en una perdida estación de ferrocarril en la India y se encontró con que había dejado sus maletas en un tren que tardaría unas dos horas en llegar. Revisó sus bolsillos, leyó sus documentos, viejas cartas que conocía de memoria y, finalmente, tuvo que conformarse con la guía telefónica del oscuro pueblo, rodeado por la soledad y el veloz crepúsculo. Así estuvo, leyendo y releyendo nombres hasta que llegó el maldito tren y con él sus maletas y con las maletas los libros que había llevado para su viaje. Después se quejó de que el pueblo tuviera tan pocos habitantes.


Ahora cuando terminaron las vacaciones y muchos creen que mientras se trabaja ya no hay tiempo para leer, los periodistas deberían seguir hablando de libros con el mismo empeño que pusieron apenas comenzaban las vacaciones. Leer no es una actividad circunstancial, apenas válida para "desocupados", directamente ligada con la inactividad, leer debería ser, simplemente, una extensión de la vida cotidiana, una forma de estar repensando la realidad por culpa de eso que nos contamos a diario a través de la ficción.


¡Ay! si este país leyera sin parar seguramente no quedaría tiempo para estar matando a tanta gente, no quedaría tiempo para robar, tendríamos en la cabeza otras cosas para no estar hablando de las pendejadas que casi siempre se imponen como agendas excepcionales cuando en realidad tantas cosas de las que dicen en los medios, en las reuniones de oficina, en los escenarios políticos son irrelevantes.

1 comentario:

Pedro Duarte dijo...
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