martes, 11 de septiembre de 2012

El sumiso perfecto

Fuente: Jaime Lopera
septiembre 4 de 2012 - 7:44 pm


Un amigo que andaba en graves sinsabores con su empleo, me abordó un día para decirme: “estoy muy aburrido en el trabajo, pero tengo miedo de renunciar y marcharme de esta empresa para ir a trabajar de forma independiente: ¿qué puedes decirme?”.


Más o menos reacio a ofrecer consejos personales, me limité a hacerle conocer mi aforismo sobre el trabajo que he venido exponiendo por varios años.


Traducido en solo veinte palabras, se expresa así: “si quieres seguridad, tienes que pagar el precio de la dependencia; si quieres independencia, tienes que pagar el precio de la inseguridad”.


Si esta analogía se encuentra bien formulada, lo dirá la experiencia de cada cual.


Pero contiene una enseñanza consistente: si en verdad no deseas cambiar de trabajo; si quieres un puesto permanente que satisfaga tus necesidades y las de tu familia; si soportas el acoso laboral; si no quieres riesgos imprevistos, debes permanecer en tu empleo lo más que puedas.


Debes convertirte, entonces, en un sumiso perfecto.


No obstante, que tu organización sea una colcha de retazos, y que tengas uno o varios jefes autoritarios y malnacidos, debes permanecer protegido e ileso, tragando en silencio todos los sapos que aparezcan y evadiendo cualquier indicio de deslealtad con tus superiores.


El sumiso perfecto no hace ruido, no se afilia a los sindicatos, no es ausentista, no tiene necesidad de aprender cosas nuevas, cumple perfectamente las órdenes, es puntual y comedido.


Con tales conductas, tendrá asegurado su empleo hasta la jubilación.


En política, los sumisos perfectos siempre pueden aspirar a que los favores de su jefe o cacique los encumbren a otras posiciones o reconocimientos.


También, suelen tragar muchos sapos, pero se allanan diplomáticamente a los propósitos de su señor, así tengan diferencias políticas con ellos. Si tienen paciencia, es probable que además puedan incrementar su patrimonio, gracias a su acatamiento irrevocable; pero si amenaza con independizarse, aun sutilmente, debe saber que pone en peligro su estabilidad o su vida.


El sumiso perfecto es un coherente clásico: allí radica toda su fortaleza.


La parte más positiva del aforismo es que, si el independiente sabe de antemano que su primer riesgo de liberación es la inseguridad, hará todo lo posible para mejorar sus competencias, realizar nuevos estudios y aumentar su propensión al logro y el éxito, de modo que pueda acabar con sus incertidumbres en poco tiempo.


En otras palabras, y dependiendo de su voluntad de cambio, la inseguridad nunca será definitiva, es temporal y puede ser muy creativa para abrir nuevos caminos.


Este asunto sobre la sumisión perfecta (al cual le hemos excluido las conductas representativas de la dominación sexual que le son muy cercanas), tiene finalmente serios efectos en las empresas: cuando esta conducta se propicia y se cultiva por parte de los dominadores –enroscados en su poder, en especial en épocas de crisis–, ella se constituye en un atentado contra la proactividad e inteligencia en las compañías. Si quiere matar el talento de sus colaboradores, hágalos subdesarrollados y dependientes. Nada más fácil.

Jaime Lopera
Consultor privado

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